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Qué nos pasa?

Muchos nos hacemos la misma pregunta en momentos de una creciente división en la sociedad argentina, con frases y actitudes hirientes desde diferentes sectores.

Qué nos pasa?

Preocupa la tensión que se percibe, donde la tolerancia tiende a desaparecer. Se escucha hablar de odio, algo preocupante e indignante.

Protesta en Cap.Federal
Una última marcha ciudadana callejera buscó reflejar un legítimo reclamo ante el aumento de la inseguridad, una galopante inflación, caída en la calidad educativa, soberbia de funcionarios, asfixia fiscal para asalariados, mentiras en las estadísticas oficiales, restricciones cambiarias, entre otros temas.

Las lecturas de oficialistas y opositores no se hicieron esperar, cuando en realidad esa movilización no requiere identidad política.

Se necesitan responsabilidades coherentes para afrontar soluciones, ya que las instrumentadas en gran parte no alcanzan. Nadie puede o debe oponerse a los beneficios que reciben las clases marginadas por las propias políticas de turno, aunque molesta el uso electoral que se hacen con ellas.

Un subsidio debe ser transitorio, no una modalidad de vida que aliente el clientelismo político. Por eso, el fomentar la unidad, el consenso y la igualdad debe estar en todo compromiso, sin prebendas de ninguna categoría.

No es creíble que se deba estar de un lado o del otro con un gobierno, cuando como ciudadanos responsables podemos coincidir o disentir totalmente o parcialmente en toda clase de gestión.

Se requiere diálogo, pero paradójicamente la  confrontación es moneda corriente, lo que a la mayoría no le gusta. La hegemonía sorda no es buena consejera, mucho menos cuando se quiere refrendar cada logro de los muchos en materia económica que se tuvo en la última década.

Nadie le debe quitar autoridad al gobierno nacional porque el lugar lo ocupa legítimamente con el tremendo respaldo de las urnas y todo cambio o ratificación de rumbos debe ser por este hermoso sistema.

Que sepa escuchar es otra cosa, porque los reclamos y urgencias se renuevan. No debe peligrar la paz social, que no se la arrincone entre las cuerdas.

Los niveles de populismo son redituables para la política, pero no siempre son reflejo de las necesidades de las mayorías.

A LA VISTA

El abuso del uso de la cadena nacional, escuchar sobre estrategias legislativas para una eventual re-reelección, hablar de tener temor a un gobernante como exabrupto congénito, promesas incumplidas e inauguraciones repetidas de obras jamás concretadas y servicios públicos mediocres con tarifas mal  subsidiadas están en la lista de críticas que tienen sustento.

Un lamentable rol de los medios de prensa no se debe soslayar.

La gente no quiere que se instrumente el miedo bajo amenazas como forma de gobernar, por algo se vive y se disfruta de la democracia. Vivimos en un país donde hay libertad, aunque muchos la confunden con libertinaje y eso “enferma” el sistema.

Existe hartazgo social ante una reiterada prepotencia verbal por parte del entorno presidencial, incluidos obsecuentes pagos, en algunos casos, que rodean de falsas sonrisas y aplausos a funcionario de alto rango.

Falta la autocrítica pública, cuando los hechos objetivos están a la vista. Hay aprietes financieros para con los gobiernos provinciales y/o municipales que no se alinean a los procesos ideológicos del Estado nacional.

El abuso de poder prospera y la descalificación de la palabra está al orden del día, con una presión impositiva al estilo de países nórdicos frente a servicios al estilo de naciones africanas.

No será la última convocatoria pública a una marcha por redes sociales. Se requiere responsabilidad de todos los actores, ya que individualmente siempre se puede aportar un concepto de ayuda y reflexión.

ANTECEDENTES

Estas protestas se generan meses después de que la economía argentina empezó a desacelerarse tras  casi una década de sólido crecimiento y en momentos en que la inflación -estimada en más de un 20 por ciento anual por analistas privados- está erosionando el poder adquisitivo de la población.

El gobierno de los Kirchner se enfrentó en años recientes a algunas protestas similares, en particular durante una feroz puja con el sector rural en el 2008 que derivó en una profunda crisis política.  

La llamativa protesta con cacerolas fue popularizada durante el desplome de la economía del país con la crisis del 2001/2002, cuando el ex presidente Fernando De la Rúa debió dejar el poder en medio de amplias manifestaciones.  

Estos llamados "cacerolazos" tuvieron luego en vilo a otros mandatarios que gobernaron el país durante la crisis.